Película canadiense, de 1998, con un amplísimo reparto de actores (la trama lo necesita), entre los que aparece Samuel L. Jackson, aunque el auténtico protagonista es el propio violín y todos los demás quedan como secundarios.
Pude disfrutar de esta película hace poco y me pareció bellísima, incluso me resultó más apasionante al hablar de ella y relatar en voz alta todo lo que había visto. Una sensación extraña.
Y es que, entre otras cosas, es una historia rara que, al principio, parece basada en una leyenda (lo cual no es así), sin embargo, la trama está tejida de tal manera que cualquiera puede pensar que ha sido posible por muy fantástica que resulta al principio.
El final, abrumador y emocionante.
Para no perdérsela.